1 Ubasuteyama Dom Sep 05, 2010 1:01 am
Yukimura
Hace mucho, mucho tiempo, un señor feudal promulgó una ley que obligaba a la gente a abandonar a sus madres en cierta montaña al cumplir los sesenta años. A esa montaña se le conocía como "Ubasuteyama 姥捨て山" (literalmente, "la montaña donde se arroja a las abuelas").
En algún lugar del pueblo vivía una madre con su hijo, ambos eran muy amables. Ella ya había cumplido sesenta años y su hijo se encontraba muy apenado porque había llegado el momento en que debía abandonarla en la montaña.
- No llores - le dijo la madre -, voy a ir con los dioses , así que no te preocupes.
El hijo se dirigió a la montaña llevando a su madre sobre su espalda. Al poco rato de iniciado el recorrido, el hijo notó que su madre rompía unas ramas, y le preguntó:
- ¿Qué estás haciendo?
La madre le contestó:
- Estoy dejando señales para que te indiquen el camino de regreso y no te pierdas.
El hijo pensó: "Mi madre hasta en ese detalle se preocupa por mí", y sintió una oleada de tristeza en su corazón y exclamó:
- ¡Mamá, vamos a regresar!
- No, hijo -respondió ella-, sabes que si yo regreso tú serás castigado.
El hijo exclamó:
- ¡Pase lo que pase no te puedo dejar!
Y, contraviniendo la ley, el hijo decidió volver a casa con su madre y ocultarla para que el señor feudal no la descubriera.
Un día un monarca vecino amenazó al señor feudal con atacar su castillo si no contestaba a la pregunta de cómo se puede hacer una cuerda de cenizas. El monarca vecino había hecho esta pregunta pensando que era imposible contestarla.
El señor feudal pidió ayuda a los aldeanos para tratar encontrar la respuesta. El joven también intentó resolver el problema sin poderlo.
Entonces decidió preguntárselo a su madre, quien le contestó:
- Eso es muy fácil. Haz una cuerda muy estrecha y mójala en agua salada. Seca la cuerda y quémala.
El hijo así lo hizo y la llevó al señor feudal.
Este exclamó:
- ¡Excelente! Voy a recompensarte. A propósito, ¿lo hiciste sólo?
El hijo tímidamente le dijo la verdad.
El señor feudal dijo:
- Si no hubiera sido por la anciana, yo habría perdido mi castillo.
Esto hizo reflexionar al señor feudal, que decidió derogar la ley y proteger y cuidar a los ancianos del pueblo.
El hijo y su madre vivieron felices para siempre.
Notas:
El abandono de los parientes de edad avanzada en una montaña o cualquier otro lugar apartado para dejarles morir de deshidratación, hambre o frío, fue una práctica muy habitual en el Japón feudal, sobre todo en épocas de hambre y sequía. Es una costumbre que ha sido con frecuencia reflejada en cuentos y poemas, y que impresionó vivamente a Albert Einstein cuando visitó Japón en 1922.
La película "La balada de Narayama" de Shohei Imamura hace referencia a esta costumbre.
Existe una práctica similar en la tribu siberiana Yakut.
En algún lugar del pueblo vivía una madre con su hijo, ambos eran muy amables. Ella ya había cumplido sesenta años y su hijo se encontraba muy apenado porque había llegado el momento en que debía abandonarla en la montaña.
- No llores - le dijo la madre -, voy a ir con los dioses , así que no te preocupes.
El hijo se dirigió a la montaña llevando a su madre sobre su espalda. Al poco rato de iniciado el recorrido, el hijo notó que su madre rompía unas ramas, y le preguntó:
- ¿Qué estás haciendo?
La madre le contestó:
- Estoy dejando señales para que te indiquen el camino de regreso y no te pierdas.
El hijo pensó: "Mi madre hasta en ese detalle se preocupa por mí", y sintió una oleada de tristeza en su corazón y exclamó:
- ¡Mamá, vamos a regresar!
- No, hijo -respondió ella-, sabes que si yo regreso tú serás castigado.
El hijo exclamó:
- ¡Pase lo que pase no te puedo dejar!
Y, contraviniendo la ley, el hijo decidió volver a casa con su madre y ocultarla para que el señor feudal no la descubriera.
Un día un monarca vecino amenazó al señor feudal con atacar su castillo si no contestaba a la pregunta de cómo se puede hacer una cuerda de cenizas. El monarca vecino había hecho esta pregunta pensando que era imposible contestarla.
El señor feudal pidió ayuda a los aldeanos para tratar encontrar la respuesta. El joven también intentó resolver el problema sin poderlo.
Entonces decidió preguntárselo a su madre, quien le contestó:
- Eso es muy fácil. Haz una cuerda muy estrecha y mójala en agua salada. Seca la cuerda y quémala.
El hijo así lo hizo y la llevó al señor feudal.
Este exclamó:
- ¡Excelente! Voy a recompensarte. A propósito, ¿lo hiciste sólo?
El hijo tímidamente le dijo la verdad.
El señor feudal dijo:
- Si no hubiera sido por la anciana, yo habría perdido mi castillo.
Esto hizo reflexionar al señor feudal, que decidió derogar la ley y proteger y cuidar a los ancianos del pueblo.
El hijo y su madre vivieron felices para siempre.
Notas:
El abandono de los parientes de edad avanzada en una montaña o cualquier otro lugar apartado para dejarles morir de deshidratación, hambre o frío, fue una práctica muy habitual en el Japón feudal, sobre todo en épocas de hambre y sequía. Es una costumbre que ha sido con frecuencia reflejada en cuentos y poemas, y que impresionó vivamente a Albert Einstein cuando visitó Japón en 1922.
La película "La balada de Narayama" de Shohei Imamura hace referencia a esta costumbre.
Existe una práctica similar en la tribu siberiana Yakut.