1 Mitología japonesa 2: Amaterasu y el origen divino del Emperador Lun Ago 02, 2010 3:49 pm
Yukimura
Si os preguntan por dioses japoneses, seguramente Amaterasu y Susano serán los primeros que os vengan a la cabeza. Y no es de extrañar, pues su posición predominante en la mitología japonesa ha hecho que sean utilizados frecuentemente por los autores de manga y anime.
Como visteis en el número anterior, Amaterasu nació cuando Izanagi se lavó el ojo izquierdo, mientras que Susano lo hizo cuando se lavó la nariz. Izanagi repartió las tierras entre sus hijos, pero Susano se negó a aceptar lo que le había sido asignado y acabó siendo desterrado del cielo.
Antes de partir, quiso despedirse de Amaterasu, pero ésta sospechaba de sus intenciones y se preparó para la batalla: se recogió el cabello en dos moños y ató cintas de quinientas joyas Masaka alrededor de cada uno, así como alrededor de sus coronas de sarmientos y de sus brazos, y se armó con un arco y dos grandes carcajs de flechas. Pero Susano le aseguró que no llevaba malas intenciones y le dijo que hicieran un ukehi (conjuro) y que ganaría quien engendrase deidades masculinas.
Así pues, Amaterasu le pidió a su hermano su espada, la partió en tres trozos que enjuagó en la Fuente Celestial y luego masticó. Cuando los escupió, nacieron tres diosas. Entonces Susano le pidió a su hermana una tras otra las cintas de joyas que llevaba y, siguiendo el mismo proceso, nacieron cinco dioses. Amaterasu dictaminó que, puesto que los dioses habían nacido de sus pertenencias y las diosas de la espada de Susano, los dioses eran sus hijos y las diosas hijas de Susano.
Susano dijo que él había vencido y celebró su victoria rompiendo los diques de los campos de arroz de Amaterasu, rompiendo las zanjas y finalmente defecando en la sala de la Gran Degustación del arroz nuevo. Amaterasu perdonó estos actos de su hermano pero él no cesó. Desolló un caballo y lo lanzó a través del techo de la Sagrada Sala del Tejido cuando Amaterasu y sus doncellas estaban allí, por lo que una de ellas se asustó y se clavó la lanzadera en los genitales, muriendo.
La desaparición del sol
Amaterasu se asustó tanto tras ello que se encerró en la Cueva de las Rocas Celestiales (Ame no iwato), sumiendo el mundo en la total oscuridad. La miríada de los ochocientos dioses se reunió para discutir el problema e intentaron hacerla salir con diversos trucos, pero ninguno funcionó. Finalmente, Omori-kane no kami, el hijo sabio de Takamimusibi, les propuso un plan. Fabricaron espejos y los colgaron de las ramas del verdadero árbol sasaki de quinientas ramas, arrancado de la montaña para este fin y colocado ante la cueva; empuñaron ofrendas y prepararon una liturgia. Cuando lo todo tuvieron preparado, Ame no Uzume se subió sobre un cubo vuelto colocado delante de la cueva y ejecutó una danza erótica. Cuando se destapó los pechos y se subió las faldas, las risas de los ochocientos dioses hicieron retumbar la Alta Planicie Celestial.
Las risas llamaron la atención de Amaterasu, quien abrió un poco la puerta y preguntó porqué danzaban y reían si el mundo estaba sumido en la oscuridad. Ame no Uzume le contestó "'Nos alegramos, nos reímos y nos divertimos porque hay aquí una divinidad más venerable que tú!".
Intrigada, Amaterasu se asomó un poco más y vio su reflejo en los espejo. Cada vez mas intrigada, salió de la puerta y Tachikarawo, el dios que estaba escondido a lado de la puerta, la cogió de la mano y la obligó a salir del todo, mientras otro dios tendía una cuerda mágica (shiri-kume) tras ella, para que no pudiera regresar.
Así regresó el sol al mundo.
Luego, los ochocientos dioses impusieron a Susano un castigo por sus acciones: una multa consistente en mil mesas de ofrendas, le cortaron la barba y las uñas de las manos y los pies y lo expulsaron de la Alta Planicie Celestial.
Amaterasu sale de la cueva y el sol regresa a la tierra.
El origen divino del Emperador
Amaterasu ordenó a su hijo Ame no oshihomimi que bajara al país central planicie de juncos y lo gobernara. Pero se encontró con que estaba sumido en un feroz tumulto y regresó a informar. Después de varios intentos, un dios llamado Takamimusubi consiguió pacificarlo, con lo que Amaterasu volvió a ordenar a su hijo que bajara a gobernar pero, en el ínterin, Ame no oshihomimi había tenido un hijo, Amatsuhiko-hikoho no Ninigi no mikoto, el cual ocupó el lugar de su padre. Amaterasu le entregó las joyas Masaka de forma curva, el espejo que la había hecho salir de la cueva y la espada kusanagi, objetos que aún hoy en día se consideran los emblemas del trono japonés. Le asignó también a los jefes de los cinco oficios y a tres dioses más. Finalmente, Amatsuhiko-hikoho no Ninigi no mikoto descendió al país central planicie de juncos y se estableció allí.
Un día, Ninigi no mikoto encontró a una bella muchacha, Konohana no sakuya-bime, hija del dios de la montaña, Ohoyamatsumi no kami, a quien pidió su mano. El dios se la concedió, así como la de su hija mayor Ihanaga-hime. Pero ésta era muy fea y Ninigi no mikoto se asustó y la devolvió a su padre, quedándose con Konohana no sakuya-bime. Enfadado, Ohoyamatsumi no kami le envió un mensaje diciéndole que le había enviado a ambas hijas por una razón: había hecho un ukehi (conjuro). Si se hubiera quedado con Ihanaga-hime, la vida de sus descendientes sería eterna como una roca, pero si escogía a Konohana no sakuya-bime, florecería como las flores de los árboles (y por lo tanto, sería corta). Este es el mito que explica la duración de la vida humana. El matrimonio tuvo tres hijos gemelos: Hoderi no mikoto, Hosuseri no mikoto y Howori no mikoto.
Hoderi se convirtió en pescador y Howori en cazador. Un día, Howori le pidió a su hermano intercambiar posiciones y, tras tres veces, Hoderi aceptó. Pero Howori no tuvo suerte con el cambio; no solo no pescó nada sino que además perdió el anzuelo de su hermano. Howori hizo quinientos anzuelos de su espada y luego hizo mil más, pero su hermano no los aceptó. Estaba Howori lamentándose en la playa, cuando llegó Soratsuhiko no kami, el cual le dijo que hiciera una barca de bambú y se internara en el mar con ella. Llegó así Howori hasta el reino del dios del mar, Watatsumi no kami, donde se casó con su hija, Toyotama-bime. Tres años después, Howori regresó a tierra con el anzuelo original que Watatsumi encontró en la garganta de una dorada y las dos joyas que controlaban la marea (una la hacia subir y otra bajar). Asimismo, le dijo que construyera un arrozal en el lado contrario que su hermano y que, puesto que él controlaría las aguas, su hermano se volvería cada vez pobre. Si su hermano le guardaba rencor por ello, debía usar las joyas para atormentarle. Howori regresó a tierra los lomos de un cocodrilo. Ocurrió como el dios del mar había predicho, y Howori lanzó al mar la joya que hacia subirla marea hasta casi ahogar a su hermano y, cuando este le suplicó, lanzo al mar la joya que la hacía bajar y le salvó. Hoderi prometió ser, a partir de ese momento, el guardián y protector de su hermano.
Howori y Toyotama-bime tuvieron un hijo, Amatsuhiko-hiko Nagisatake Ugayafuki'ahezu no mikoto. Pero Toyotama-bime le había pedido a Howori que no la mirara mientras daba a luz, porque adquiriría su verdadero aspecto. Howori rompió su palabra y la miró, viendo que se había convertido en cocodrilo y huyó. Dolida, Toyotama-bime regresó al mar dejando a su hijo en tierra. Pero más tarde, no pudiendo reprimir el anhelo, envió a su hermana menor Tamayori-bime para que criara a su hijo. Tamayori-bime acabó casándose con su sobrino, con el que tuvo cuatro hijos. Uno de ellos regresó al mar y otro marchó al País de la Vida Perpetua. Los otros dos, Kamu-Yamato Ihare-biko e Itsuse, se dirigieron al este para buscar un lugar desde donde gobernar la tierra en paz. Itsuse falleció de heridas recibidas en combate durante el viaje y Kamu-Yamato siguió adelante solo. Pero cuando llegó a Kumano, encontró un enorme oso que desapareció acto seguido, y él y sus seguidores cayeron desfallecidos. Entonces llegó Takakuraji llevando una espada y le despertó. Cuando Kamu-Yamato tomó la espada, los dioses enfurecidos de Kumano fallecieron. Kamu-Yamato le preguntó como había conseguido la espada y Takakuraji le contó que Amaterasu le había pedido en sueños que se la trajera.
Siguió avanzando siguiendo a la corneja yata enviada por lo dioses del cielo y, después de someter a los dioses de Uda, se estableció en el palacio de Kashihara y desde allí gobernó la tierra como el primer Emperador de Japón (aunque entonces no se llamaba así).
A partir de la segunda mitad del siglo VIII, se concedieron a todos los emperadores un título póstumo que se usa en lugar de su nombre. El de Kamu-Yamato es Jimmu Tennô, por el que es más conocido. Esa costumbre aun pervive y cada Emperador sabe el nombre con el que será conocido póstumamente, que da asimismo nombre a la era de su reinado por la que se cuentan los años en el calendario tradicional japonés que aún se usa.
El linaje y status divino del Emperador se mantuvieron hasta la derrota japonesa al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Emperador Hirohito, padre del actual Emperador Akihito y el emperador que ha reinado durante más tiempo, aceptó los términos de rendición de los Aliados y, en un histórico discurso radiofónico el 1 de enero de 1946, renunció a su origen divino y se convirtió en un monarca constitucional.
Como visteis en el número anterior, Amaterasu nació cuando Izanagi se lavó el ojo izquierdo, mientras que Susano lo hizo cuando se lavó la nariz. Izanagi repartió las tierras entre sus hijos, pero Susano se negó a aceptar lo que le había sido asignado y acabó siendo desterrado del cielo.
Antes de partir, quiso despedirse de Amaterasu, pero ésta sospechaba de sus intenciones y se preparó para la batalla: se recogió el cabello en dos moños y ató cintas de quinientas joyas Masaka alrededor de cada uno, así como alrededor de sus coronas de sarmientos y de sus brazos, y se armó con un arco y dos grandes carcajs de flechas. Pero Susano le aseguró que no llevaba malas intenciones y le dijo que hicieran un ukehi (conjuro) y que ganaría quien engendrase deidades masculinas.
Así pues, Amaterasu le pidió a su hermano su espada, la partió en tres trozos que enjuagó en la Fuente Celestial y luego masticó. Cuando los escupió, nacieron tres diosas. Entonces Susano le pidió a su hermana una tras otra las cintas de joyas que llevaba y, siguiendo el mismo proceso, nacieron cinco dioses. Amaterasu dictaminó que, puesto que los dioses habían nacido de sus pertenencias y las diosas de la espada de Susano, los dioses eran sus hijos y las diosas hijas de Susano.
Susano dijo que él había vencido y celebró su victoria rompiendo los diques de los campos de arroz de Amaterasu, rompiendo las zanjas y finalmente defecando en la sala de la Gran Degustación del arroz nuevo. Amaterasu perdonó estos actos de su hermano pero él no cesó. Desolló un caballo y lo lanzó a través del techo de la Sagrada Sala del Tejido cuando Amaterasu y sus doncellas estaban allí, por lo que una de ellas se asustó y se clavó la lanzadera en los genitales, muriendo.
La desaparición del sol
Amaterasu se asustó tanto tras ello que se encerró en la Cueva de las Rocas Celestiales (Ame no iwato), sumiendo el mundo en la total oscuridad. La miríada de los ochocientos dioses se reunió para discutir el problema e intentaron hacerla salir con diversos trucos, pero ninguno funcionó. Finalmente, Omori-kane no kami, el hijo sabio de Takamimusibi, les propuso un plan. Fabricaron espejos y los colgaron de las ramas del verdadero árbol sasaki de quinientas ramas, arrancado de la montaña para este fin y colocado ante la cueva; empuñaron ofrendas y prepararon una liturgia. Cuando lo todo tuvieron preparado, Ame no Uzume se subió sobre un cubo vuelto colocado delante de la cueva y ejecutó una danza erótica. Cuando se destapó los pechos y se subió las faldas, las risas de los ochocientos dioses hicieron retumbar la Alta Planicie Celestial.
Las risas llamaron la atención de Amaterasu, quien abrió un poco la puerta y preguntó porqué danzaban y reían si el mundo estaba sumido en la oscuridad. Ame no Uzume le contestó "'Nos alegramos, nos reímos y nos divertimos porque hay aquí una divinidad más venerable que tú!".
Intrigada, Amaterasu se asomó un poco más y vio su reflejo en los espejo. Cada vez mas intrigada, salió de la puerta y Tachikarawo, el dios que estaba escondido a lado de la puerta, la cogió de la mano y la obligó a salir del todo, mientras otro dios tendía una cuerda mágica (shiri-kume) tras ella, para que no pudiera regresar.
Así regresó el sol al mundo.
Luego, los ochocientos dioses impusieron a Susano un castigo por sus acciones: una multa consistente en mil mesas de ofrendas, le cortaron la barba y las uñas de las manos y los pies y lo expulsaron de la Alta Planicie Celestial.
Amaterasu sale de la cueva y el sol regresa a la tierra.
El origen divino del Emperador
Amaterasu ordenó a su hijo Ame no oshihomimi que bajara al país central planicie de juncos y lo gobernara. Pero se encontró con que estaba sumido en un feroz tumulto y regresó a informar. Después de varios intentos, un dios llamado Takamimusubi consiguió pacificarlo, con lo que Amaterasu volvió a ordenar a su hijo que bajara a gobernar pero, en el ínterin, Ame no oshihomimi había tenido un hijo, Amatsuhiko-hikoho no Ninigi no mikoto, el cual ocupó el lugar de su padre. Amaterasu le entregó las joyas Masaka de forma curva, el espejo que la había hecho salir de la cueva y la espada kusanagi, objetos que aún hoy en día se consideran los emblemas del trono japonés. Le asignó también a los jefes de los cinco oficios y a tres dioses más. Finalmente, Amatsuhiko-hikoho no Ninigi no mikoto descendió al país central planicie de juncos y se estableció allí.
Un día, Ninigi no mikoto encontró a una bella muchacha, Konohana no sakuya-bime, hija del dios de la montaña, Ohoyamatsumi no kami, a quien pidió su mano. El dios se la concedió, así como la de su hija mayor Ihanaga-hime. Pero ésta era muy fea y Ninigi no mikoto se asustó y la devolvió a su padre, quedándose con Konohana no sakuya-bime. Enfadado, Ohoyamatsumi no kami le envió un mensaje diciéndole que le había enviado a ambas hijas por una razón: había hecho un ukehi (conjuro). Si se hubiera quedado con Ihanaga-hime, la vida de sus descendientes sería eterna como una roca, pero si escogía a Konohana no sakuya-bime, florecería como las flores de los árboles (y por lo tanto, sería corta). Este es el mito que explica la duración de la vida humana. El matrimonio tuvo tres hijos gemelos: Hoderi no mikoto, Hosuseri no mikoto y Howori no mikoto.
Hoderi se convirtió en pescador y Howori en cazador. Un día, Howori le pidió a su hermano intercambiar posiciones y, tras tres veces, Hoderi aceptó. Pero Howori no tuvo suerte con el cambio; no solo no pescó nada sino que además perdió el anzuelo de su hermano. Howori hizo quinientos anzuelos de su espada y luego hizo mil más, pero su hermano no los aceptó. Estaba Howori lamentándose en la playa, cuando llegó Soratsuhiko no kami, el cual le dijo que hiciera una barca de bambú y se internara en el mar con ella. Llegó así Howori hasta el reino del dios del mar, Watatsumi no kami, donde se casó con su hija, Toyotama-bime. Tres años después, Howori regresó a tierra con el anzuelo original que Watatsumi encontró en la garganta de una dorada y las dos joyas que controlaban la marea (una la hacia subir y otra bajar). Asimismo, le dijo que construyera un arrozal en el lado contrario que su hermano y que, puesto que él controlaría las aguas, su hermano se volvería cada vez pobre. Si su hermano le guardaba rencor por ello, debía usar las joyas para atormentarle. Howori regresó a tierra los lomos de un cocodrilo. Ocurrió como el dios del mar había predicho, y Howori lanzó al mar la joya que hacia subirla marea hasta casi ahogar a su hermano y, cuando este le suplicó, lanzo al mar la joya que la hacía bajar y le salvó. Hoderi prometió ser, a partir de ese momento, el guardián y protector de su hermano.
Howori y Toyotama-bime tuvieron un hijo, Amatsuhiko-hiko Nagisatake Ugayafuki'ahezu no mikoto. Pero Toyotama-bime le había pedido a Howori que no la mirara mientras daba a luz, porque adquiriría su verdadero aspecto. Howori rompió su palabra y la miró, viendo que se había convertido en cocodrilo y huyó. Dolida, Toyotama-bime regresó al mar dejando a su hijo en tierra. Pero más tarde, no pudiendo reprimir el anhelo, envió a su hermana menor Tamayori-bime para que criara a su hijo. Tamayori-bime acabó casándose con su sobrino, con el que tuvo cuatro hijos. Uno de ellos regresó al mar y otro marchó al País de la Vida Perpetua. Los otros dos, Kamu-Yamato Ihare-biko e Itsuse, se dirigieron al este para buscar un lugar desde donde gobernar la tierra en paz. Itsuse falleció de heridas recibidas en combate durante el viaje y Kamu-Yamato siguió adelante solo. Pero cuando llegó a Kumano, encontró un enorme oso que desapareció acto seguido, y él y sus seguidores cayeron desfallecidos. Entonces llegó Takakuraji llevando una espada y le despertó. Cuando Kamu-Yamato tomó la espada, los dioses enfurecidos de Kumano fallecieron. Kamu-Yamato le preguntó como había conseguido la espada y Takakuraji le contó que Amaterasu le había pedido en sueños que se la trajera.
Siguió avanzando siguiendo a la corneja yata enviada por lo dioses del cielo y, después de someter a los dioses de Uda, se estableció en el palacio de Kashihara y desde allí gobernó la tierra como el primer Emperador de Japón (aunque entonces no se llamaba así).
A partir de la segunda mitad del siglo VIII, se concedieron a todos los emperadores un título póstumo que se usa en lugar de su nombre. El de Kamu-Yamato es Jimmu Tennô, por el que es más conocido. Esa costumbre aun pervive y cada Emperador sabe el nombre con el que será conocido póstumamente, que da asimismo nombre a la era de su reinado por la que se cuentan los años en el calendario tradicional japonés que aún se usa.
El linaje y status divino del Emperador se mantuvieron hasta la derrota japonesa al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el Emperador Hirohito, padre del actual Emperador Akihito y el emperador que ha reinado durante más tiempo, aceptó los términos de rendición de los Aliados y, en un histórico discurso radiofónico el 1 de enero de 1946, renunció a su origen divino y se convirtió en un monarca constitucional.