1 El período Heian (IV) Vie Sep 17, 2010 1:04 am
Yukimura
La ascensión de los guerreros
Entre los siglos IX y XI, mientras la corte Heian gozaba de un período de relativa calma y esplendor cultural, las provincias iniciaron su lenta progresión hacia el desacato y Ia rebelión. Los Fujiwara, expertos en cuestión de política e intrigas cortesanas, no eran grandes aficionados a los avatares del combate ni a los rigores de las campañas militares. Además, muchos de ellos se mostrahan verdaderamente remisos a abandonar la capital para ocupar puestos administrativos en las provincias y preferian confiar sus responsabilidades públicas y terrenos privados a agentes y subalternos. En cuanto a la cuestión militar, se apoyaron cada vez más en los guerreros de las provincias (bushi).
La privatización de tierras que dio paso a la proliferación de shöen fue tan sólo una parte de la fuerte erosión que empezaban a sufrir los ideales del sistema ritsuryö. En el siglo XI, el deterioro del sistema de designación centralizada de gobernadores provinciales era patente. Avidos por permanecer en el cómodo y culto ambiente capitalino antes que ocupar un remoto cargo provincial, muchos nobles vendian el puesto a un agente. Estos gobernadores comisionados no tenian problema en vivir en la provincia a cambio, naturalmente, de recuperar el dinero invertido y sacar partido de su ventajosa situación local para enriquecerse. La fuente más fácil y rápidamente disponible de beneficio personal residia en el desvio de impuestos o en las compensaciones por la tácita aceptación de nuevos shöen en su ámbito de influencia. Algunos gobernadores provinciales y agentes comisionados descubrieron la cara oculta y provechosa de la vida provincial. Si bien los códigos ritsuryö les obligaban a regresar cuatro años a la capital para dar cuenta de sus actuaciones, pronto encontraron el modo de pedir y obtener prórrogas y establecerse asi en las provincias.
Como es lógico, el tesoro público notaba este enquistamiento de los administradores locales y su evasiva a presentar cuentas claras a la administración central. Y éstos, a fin de hacerse fuertes y ampliar sus intereses, solian buscar aliados en las familias guerreras locales.
La privatización y una vuelta a lo que John W. Hall ha denominado "autoridad familiar" acompañaron el resquebrajamiento del sistema militar centralizado y la ascensión, basada en las amplias lealtades familiares o regionales, de las bandas guerreras. Dada la escasez de tierras públicas, el gobiemo central contaba con cada vez menos recursos para mantener los ejércitos de conscriptos. En el 792, fue abolido el sistema de leva de campesinos, escasamente efectivo en el sometimiento de las tribus Ezo del noreste. Las responsabilidades militares pasaron a manos privadas. Tanto emperadores como nobles, templos budistas y grandes familias provinciales reunieron unidades de milicianos con fines pacificadores o beligerantes, públicos y privados. Con las provincias progresivamente al margen de la ley, proliferaron las bandas de piratas y ladrones y se acrecentó la organización de ejércitos por parte de templos y santuarios, funcionarios publicos locales o administradores de shöen.
La falta de capacidad del sistema militar centralizado para asegurar la paz, sumada a la creciente necesidad de proteger los shöen privados y los intereses publicos locales, catalizó la formación de handas guerreras provinciales (bushidan). Pero no se trataba de un fenómeno del todo nuevo ya que desde siempre habia habido familias armadas en las provincias. A pesar de la reforma del período Nara, Los uji habían mantenido sus bandas de guerreros (pertenecientes al clan la mayoria de ellos) entrenados, y en muchos casos su influencia local dentro del propio sistema ritsuryö habia permanecido prácticamente intacta. Y al desgastarse ese sistema durante el periodo Heian, creció, como es Iógico, su poderio local. Pero la lucha exigía costosos pertrechos -espadas y armaduras, arcos y flechas, caballos. escuderos, cuadras y forraje-, quedando por tanto en manos de la élite rural. Asi pues, estos siglos fueron testigos de una progresiva y verdadcra profesionalización de la destreza militar y de nuevas alianzas por parte de las mencionadas élites.
Entre los lideres de las crecientes bandas de guerreros se encontraban, además de caciques de largo cuño local y familiares de estos, funcionarios asentados en las provincias, administradores de latifundios y, en ocasiones, vástagos de la familia imperial o de familias nobles que habian sido apartados de la corte, rebautizados y colocados en provincias. En torno a aquellos guerreros que poseían -o podian alegar- una ascendencia noble fueron arracimándose muchas de las mayores alianzas guerreras, entre ellas las de los Taira y Minamoto.
El surgimiento de numerosas y endurecidas handas guerreras se notó esprecialnente en la dura región fronteriza al norte de Kanto, donde todavia se sostenian esporádicos combates contra las tribus Ezo. Aqui florecieron ligas guerreras que luego se enfrentaban entre si. Fueron estos guerreros del este, frecuentemente liderados por caciques que alegaban un origen noble, a quienes corresponde el refinamiento de las técnicas de caballcria y la elaboración de la "vía del arco y el caballo", tradición marcial que eventualmente desembocaria, bajo la influencia confucianista del siglo XVII, en el sólido bushidö, o "Via del Guerrero". A diferencia de los nobles (kuge), cuya vida discurría dentro del ceremonioso confinamienro del mundo cortesano, y a diferencia también de los guerreros del tardío período Tokugawa (1600-1868), deliberadamente apartados del campesinado y obligados a vivir en poblados militares, los guerreros (bushi) de lo periodos Heian y Kamakura vivian en el campo. Cuando no Ios ocupaba la gucrra o la vigilancia, se dedicahan a administrar sus propiedades. Sus jefes insistian constantemente en la importancia dc conservar las tradiciones marciales, cultivar la destreza militar, practicar la caza y la cetreria, Ilevar una existencia frugal, ardua y campestre y premiar el valor, la lealtad y el honor familiar.
El lazo vital y personal entre el señor y su acólito se expresaba en los términos comtemporáneos de hökö, o servicio, y goon, favor. A cambio del favor de su señor, consistente en parte del botín de guerra o en la confirmación de propiedades, el acólito debia prestar servicio militar en caso de guerra, ocupar solemnemente su puesto de guardia y aportar apoyo económico en forma de obsequios, contribuciones o impuesros. Sin embargo, antcs del siglo XVII, las exhortaciones a la lealtad eran más ideales que reales En una época de frecuente incstabilidad y beligerancia, los guerreros se dejaban Ilevar por su instinto de grandeza personal o familiar o de simple supervivencia. Los renegados probablemente eran tan comunes como los vasallos desposeidos.
En el período medieval, el vocabulario de expresiones referentes al estilo de vida del guerrero experimenta un notable aumento. Muchos de estos terminos se ulilizan para distinguir las costumbres de los guerreros de las de la corte o bien para establecer un contraste entre las costumbres más duras de los bushi del este y las de sus pares de las provincias occidentales. Expresiones tales como yumiya toru mi no narai, los rnodos de los que usanel arco y la flecha, kyüba no michi, la via del arco y el caballo, mononofu no michi, la vía del soldado, eran de uso común a finales del Heian y durante el período Kamakura para describir Ia profesión de armas del bushi y distinguirla del encerrado estilo de vida de la nobleza cortesana. Bando musha no narai, las costumbres de los guerreros de Kanto, expresaba el profundo sentido de identidad marcial presente en los bushi de las provincias orientales. Este creciente vocabulario y el desarrollo de la imagen del guerrero ideal son ensalzados en las crónicas y relatos de guerra (gunkimono) compilados a lo largo de aquellos siglos. Los tempranos relatos militares como el Mutsuwaki (La histuria de Mutsu) o algunos de los relaros de Konjaku monogatari (Cuentos de tiempos pasados) pintan un vivido cuadro de la valerosa y violenta vida del guerrero: "Heme aquí, dispuesto a dar mi vida a tu servicio, juró Takenori. No la considero más importante que una pluma. Aunque puedo morir luchando contra los rebeldes, jamás daré la espalda a un enemigo para poder vivir" (Una historia de Mutsu). Algunos de estos relalos en sus inicios comenzaron siendo transmitidos oralmente hasta que un cortesano o rapsoda los compilara. Y muchos de ellos eran tan apreciados por los cortesanos como por los propios guerreros.
Mientras las alianzas guerreras provinciales fueron pequeñas y se limiraron a luchar entre si, no representaron una amenara a tener en cuenta por la autoridad central de la corte. No obstantc, a mediados del siglo X, resultaba cada ver más evidente que las crecientes bandas de guerreros capitaneadas por lideres carismáticos contaban con el poder suficiente como para controlar regiones enteras del pais y que únicamente a un gran coste, aliándose, además, con bandas rivales, podia la corte hacerles frente e imponer su autoridad. Entre las grandes alianzas guerreras estaban la llamadas Fujiwara, Taira y Minamoto. Los líderes de la Taira (también conocida por Heike) decian descender del emperador Kammo. Los Minamoto (o Genji) aseguraban que el emperador Seiwa hahia sido su ancestro fundador.
Entre los años 935 y 940, grandes amenazas se cernieron sobre la autoridad del gobierno central tanto en las regipnes orientales como occidentales. Las ramas del clan Taira en la llanura de Kanto eran numerosas en el siglo X. Taira no Masakado, muerto en el 940, un guerrero del este que alegaba ser descendiente directo de emperador Kammu, encabeó en el año 935 una rebelión contra el poder civil, tomando la mayor parte de las ocho provicias de Kanto. La revuelta se habia originado en un conflicto de poder entre distintos clanes Taira, del cual Masakado emcrgió victorioso. Acto seguido, expulsó a Ios gobernadores de distrito de las prorincias Musashi e Hitachi, nombrados por el gobierno central. Para el año 919, autoproclamándose gobernador de Kanto, Masakado se encontraba en franca rebelión con el poder central. Paralelamente, Fujiwara no Sumitomo, muerto en el 941, a quien la corte habia enviado para acabar con la piratería en el mar Interior, también se volvió contra aquclla. La rebelión contra el gobierno se abría en dos frentes. Se despacharon ejércitos comandados por príncipes imperiales y por el cacique de los Minamoto, Tsunemoro, muerto en el 961, que con muchas dificultades acallaron a los rebeldes. La corte parecia haber restablecido su autoridad, pero lo habia conseguido a costa de grandes esfuerzos y dependiendo de los guerreros Minamoto, quienes afianzaban asi su presencia en las regiones del este y el oeste. Algunos Minomoto establecieron estrechas relaciones con los Fujiwara de la corte, convirtiéndose en sus "garras y dientes". Expuesta la debilidad de la corte. El poderío de los clanes provinciales se hizo cada vez más evidente.
En el siglo XI, las poderosas bandas guerreras siguieron acumulando poder a lo largo y ancho del pais. En el noreste, bajo el liderazgo de Minamoto no Yoriyoshi (988-1075)y de su hijo Yoshiie (1039-1106), los Minamoto (Genji) salieron fortalecidos de las Guerras de los Primeros Nueve Años y los Tres Años Posteriores (1051-1062). La corte había encomendado a Yoriyoshi y Yoshiie que acabaran con una revuelta encabezada por la familia Abe en Mutsu, cosa que, tras encarnizados combates, lograron finalmente. En todo este proceso bélico, los guerreros Minamoto ganaron en experiencia militar. Estrechando de esta manera su control sobre Kanto. Propietarios locales deseosos de obtener su protección comenzaron a encomendarles sus latifundios.
El tema de Mutsuwaki son precisamente las proezas de Yoriyoshi y Yoshiie. Esta narración, escrita en el siglo XI por un cortesano, cuenta las virtorias que obtuvieron Minamoto Yoriyoshi y su hijo Yoshiie durantc las guerras de pacificación en las provincias del norte. Las largas campañas guerreras del norte ofrecieron numerosas oportunidades de demostrar el coraje de los guerreros. A traves de sus vistorias, Yoriyoshi afianzó sobremanera su fama de gran caudillo, forjando además por medio del reparto de botines, estrechos lazos de vasallaje con aquellos bushi del este dispuestos a unirsele. Mutsuwaki prefiguraba ya muchas de las facetas del ideal guerrero desarrollado a fondo en posteriores relatos bélicos.
En estos relatos se nos presenta a Yoriyoshi como el aguerrido caudillo y maestro de la via del arco y el cabaIlo:
"En aquel punto, los nobles de la corre se reunieron en consejo con el fin de nombrar a un general que castigase a [Abe] Yoriyoshi, y se decidieron unánimemente por Minamoto-no-ason Yoriyoshi, uno de los hijos de Yorinobu-no-ason, el gohernador de la provincia de Kawachi. Yoriyoshi, hombre sereno y Ileno de recursos, tenía una buena disposición para el mando. Admirados por su coraje e iniciativa como soldado de su padre durante la era Chögen (1028-1037), cuando Yorinobu-no-ason marchó en nombre de la corte al oriente del pais para subyugar al rebelde Taira Tadatsune y sus hijos, muchos guerreros del este se le habian unido. Durante un tiempo, Yoriyoshi habia servido como oficial de tercer rango al servicio de Köichijöin. Era éste un príncipe al que le deleitaba la caza. Cada vez que alguien de su partida daba con un ciervo, un zorro o una liebre en el campo era invariablemente Yoriyoshi quien se Ilevaba la pieza puesto que, a pesar de preferir un arco pequeño, su puntería era tan certera como mortifera ya que todas sus flechas daban en el blanco y hasta las bestias más feroces perecian ante el poder de su arco."
Pero Yoriyoshi era asi mismo la clase de caudillo ideal capaz de ganarse la lealtad de sus seguidores tanto por su preocupación y generosidad hacia ellos como por su imponente destreza con las armas: "Yoriyoshi se ocupaba de que sus hombres estuviesen bien alimentados, controlaba el estado del armamento y visitaba personalmente a los heridos para sanar sus heridas. Sus guerreros estahan visiblemente impresionados. "Nuestros cuerpos saldarán nuestras deudas; nuestras vidas no valdrán nada si nuestro honor está en jeque. Estamos dispuestos a morir ahora mismo por nuestro general".
Minamoto no Yoshiie, que como Yoriyoshi jugará un papel relevante en la consolidación del poderio de Minamoto en las provincias orientales, parece cortado por el mismo molde de heroico guerrero que su padre:
"Sin emhargo, el gran héroe de la batalla fue el hijo mayor de Yoriyoshi, Yoshiie. Arrojaba flechas desde su caballo como un dios; sin amedrentarse ante las refulgentes espadas, se lanzó a través de las lineas de los rebeldes, apareciendo ora a su izquierda, ora a su derecha. Con sus grandes puntas de flecha acabó uno tras otro con los jefes enemigos, sin arrojar los dardos si estos no producirian una herida mortal. Galopando como el viento, peleó con una destreza más que humana. Los bárbaros preferian huir antes que enfrentársele, y le Ilamaban primogénito de Hachiman, el dios de la guerra."
Una de las bandas de guerreros que apoyaron a Yoshiie en la victoria final sobre Abe pertenecia a una rama de la familia Fujiwara. Estos Fujiwara Norteños, como se les Ilamaba, establecieron su castillo en Hiraizumi, manteniéndose como fuerza militar y cultural en el noreste hasta su destrucción, en el siglo XII, por Minamoto no Yoritomo. El salón dorado del templo budista construido por ellos, el Chüsonji, es uno de los ejemplos más espléndidos de arquitectura provincial del tardio Heian.
Más cerca de la capital, en la región de Ise, también una rama de la familia Taira se dedicó durante los siglos XI y XII a consolidar su poder. Liderado por el astuto Tairo no Kiyomori (1118-1181), este linaje fue Ilamado por los emperadores claustrales para que interviniese en asuntos de politica cortesana. Aquí, los Taira entraron en conflicto directo con los Fujiwara y aqueIlos Minamoto que estaban al servicio de estos últimos. Los poderosos clanes guerreros se habian introducido en las disputas politicas de la corte y no parecia fácil deshacerse de ellos. Fue asi que, siempre que les fue posible, los emperadores claustrales y los cortesanos adoptaron la política de neutralizar la influencia de las facciones guerreras enfrentándolas entre si. Mientras ninguna de ellas lograse la hegemonia, la corte podría mantener su superioridad. No obstante, a partir de mediados del siglo XII, primero los Taira y luego los Minamoto logaron la preponderancia suficiente como para brindar a los clanes guerreros la oportunidad de hacerse con el control político
En 1156, una disputa en torno a la sucesión entre un emperador claustral y el emperador reinante obligó a la corte a tomar partido. En ambos bandos había miembros de la familia Fujiwara y también se encontraban involucrados los clanes militares rivales taira y Minamoto.
Mediante la ingeniosa eliminación de todos y cada uno de sus rivales en los disturbios de Hõgen y Heijï, en 1156 y 1159, Kiyomori acabó prácticamente con el liderazgo Minamoto, agenciándose para si y los Taira una posición hegemónica en la corte. Como era de esperar, los emperadores, emperadores claustrales y el clan Fujiwara no fueron eliminados, sino que continuaron ejrciendo una función más quc nada ceremonial en espera de alguna ocasión para desalojar a los Taira. Pero fueron dominados por los Kiyomori y los Taira, quienes se apropiaron de rangos y puestos cortesanos y se asignaron títulos provinciales y latifundios. Del mismo modo que los Fujiwara antes que ellos, aplicaron una politica matrimonial intentando acceder al trono imperial. Soñando con un emperador Taira, Kiyomori casó a su hija con alguien de linaje imperial. El pequeño emperador Antoku parcía el sueño hecho realidad.
Al asentarse en Heian-kyö (Kyoto) y convertirse de hecho en un nuevo grupo de cortesanos, el clan Taira, capitaneado por Kiyomori se alejó de sus bases militares la provincia y también de su tradición marcial. En la corte, los nobles Fujiwara y sus emperadores claustrales, atentos a la aparicion de un poder militar que les hiciese frente, los tenian por arrogantes novatos. Mientras tanto, lo que quedaba de los Minamoto reagrupaba sus fuerzas en las provincias del este en torno al joven Yoritomo, a quien Kiyomori había perdonado la vida y condenado al exilio. En 1180, Yoritomo se sintió capaz de desafiar los Taira. Su primo Minamoto no Yoshinaka y su hermanastro Yoshitsune comandaron las devastadoras campañas militares que obligaron a los Taira a abandonar la capital y sufrir, en 1185, la derrota naval de Dannoura, donde el infante imperial Antoku halló la muerte en aguas del mar Interior. Los jefes Taira fueron asesinados o se suicidaron para evitar su captura; el clan fue diezmado.
La tragedia de la vertiginosa ascensión y desastrosa caida de los Taira es el tema central y unificador del Heike monogatari (Historia de lor Heike). Recitado por cantores ambulantes, estos relatos de heroismo y abatimiento, con sus matices budistas de disolución, vacio y camnbio, adoptaron una forma muy similar a la presente a mediados del siglo XII. Los singulares valores marciales de los bushi, percibidos de manera tan clara por el anónimo compilador cortesano de Mutsuwaki, fueron adornados y ensalzados a través de los relatos bélicos de sucesivos siglos hasta culminar en la espléndida prosa declamatoria del Heike monogatari. Se premia la fuerza, el valor, la osadia, la Iealtad al señor, la magnanimidad en la victoria, la bravura en la derrota, el hambre de honores personales y fàmiliares; la cobardia, la maldad y la traición son castigados. A menudo, el Heika monogatari marca un contraste, exagerado pero por ello menos sorprendente, entre los duros guerreros Minamoto de las provincias del este y sus acortesanados antagonisras Taira del oeste:
"...El comandante en jefe Koremori Ilamo ante su presencia a Sanemori, del clan Saitö. Este procedía de la villa de Nagai y conocia bien el este. Koremori le preguntó: "Sanemori, hay muchos hombres en las ocho provincias orientales que sean tan expertos con el arco como tú?"
"¿Me consideras un experto arquero?", replicóle Sanemori, sonriendo con sarcasmo. "Yo sólo puedo lanzar una flecha a trece palmos de distancia. En las provincias orientales hay incontables guerreros que pueden hacerlo. Hay un arquero famoso que nunca tira la flecha a menos de quince palmos. Tan poderoso es su arco que cuatro o cinco hombres no se bastarian para tensarlo. Cuando él dispara, su flecha puede perforar dos o tres coraraz a la vez. Alli, incluso los guerreros menores tienen al menos quinientos soldados a sus ordenes. Todos ellos son grandes jinetes que nunca caen ni dejan que sus caballos tropiecen por escarpado quce sea el camino. Al luchar, ni siquiera les importa que mueran sus padres o hijos; cabalgan sobre sus cadáveres para continuar la batalla."
"Los guerreros de las provincias occidentales son muy distintos. Si sus padres son muertos, se retiran del combate y celebran ritos budistas en honor a su memoria y sólo reanudan la lucha al finalizar el duelo. Si son asesinados sus hijos, una pena tan grande les invade que ya no vuelven a luchar. Cuando se acaban sus raciones, plantan arroz en los campos y no reanudan el combate hasta haberlo cosechado. Detestan el calor del verano. Protestan ante el frío severo del invierno. No es asi como se comportan los guerreros del este.."
En la época en que fue compilado el Heike monogatari, la demostración más elevada del idealizado heroismo guerrero era el deseo de morir por su señor y eviscerarse con tal de evitar la ignominia de la captura y la desgracia. Al mismo tiempo, este espeluznante ritual queda matizado en algunos pasajes del relato debido a la mención entusiasta de un código de caballeria y la admiración que despiertan, incluso en los guerreros, las artes cortesanas. El guerrero ideal del Heike monogatari no es únicamente un mero maestro en las artes marciales sino también un individuo sensible a las emociones humanas y capar de delicadas composiciones poéticas. Según se cuenta, Minamoto no Yorimasa habría encajado perfectamente en este molde. En 1180, Yorimasa habia acudido al pricipe Mochihito para que le ayudase a rebelarse contra los Taira. Fracasaria Ia rebelión, Yorimasa se quitó la vida con toda la feroz vaIentia quc se espera de un guerrero después de escribir un poema que habria firmado con gusto un cortesano:
Yorimasa Ilamó a Watanabe Chöjitsu Tonau y ordenóle: "Corta mi cabeza". Tonau no se vio capaz de hacerlo mientras su maestro estuviera vivo. Lloró amargamente: "¿Cómo puedo hacerlo mi señor?", protestó. "sólo podré hacerlo cuando os hayáis suicidado". "Comprendo", dijo Yorimasa. Se volvió hacia el oeste, junto sus palmas y cantó "Loado sea el buda Amida" diez veces y en voz alta. Luego compuso este poema:
Como un árbol fósil
Del que ni una flor naciera
Triste fue mi vida
Y más triste aún ya que marcho
Sin dejar fruto alguno detrás de mi
Dichos estos versos, empujó la punta del sable contra su vientrc, inclinó su rostro al suelo mientras la hoja le penetraba, y murió. Ningún hombre ordinario podria haber compuesto un poema en un momento como aquél. Para Yorimasa, sin embargo, la escritura poética habia sido un placer constante desde su juventud. Y asi, incluso cuando estaba a punto de morir, supo no olvidar. Tonau, Iloroso, tomo la caheza de su maestro y la ató a una piedra. Luego, sorteando al enemigo, logró Ilegar al río y la arrojó en la parte más profunda."
Finalmente. en 1185, en la gran batalla naval de Dannoura, la gloria de los Taira se extinguió. Los narradores transforman nuevamente un desastre naval, en este caso, en un conmovedor ejemplo de la naturaleza ilusoria de la gloria y del heroismo capar de surgir de la devoción e incluso en la derrota encontrar su expresión. Cuando loa Minamoto abaten la flota Taira, una dama de la corte decide morir con el infante imperial Antoku, en quien los Taira habian depositado tantas esperanzas:
"Entonces, la darna Nii, ya resuelta a Ilevar a cabo su idea, vistióse con un vestido doble de oscuro luto gris y, alzando sus largas faldas, puso la Sagrada Joya bajo su braro y en su faja la Sagrada Espada. Cogiendo al emperador en brazos, dijo: "Aunque no soy más que una mujer, no caeré en manos del enemigo. Acompañaré a mi Señor soberano. Que me siga aquel que lo desee". Y se desplazó lentamente hacia la borda del navio. El Emperador contaba entonces tan solo con siete años de edad pero parecia rnucho mayor. Era tan adorable que parecia irradiar una brillante aureola y su largo cabello negro Ie caia suelto espalda abajo. Con una expresión de sorpresa y ansiedad en el rostro, preguntóle a la dama Nii: "¿Dónde me llevais?". Ella se volvió hacia el jovencísimo soberano con Iágrimas en las mejillas y le contestó: "Tal vez Vuestra Majestad no sepa que ha renacido para ocupar el trono imperial en este mundo como resultado del mérito en las Diez Virtudes acumulado en anteriores existencias. No ohstante, ahora un malvado karma os reclama. Volveos hacia el este y despedios de la divinidad del Gran Santuario de Ise, y luego hacia el oeste y recitad el nembutsu, para. que el buda Amida y los Santos os den la bienvenida en la Tierra Pura del Oeste. Japón, pequeño como un grano de mijo, es ahora un valle de lágrimas. Existe una tierra pura de felicidad bajo las olas, una capital donde no existe el dolor. Es alli donde Ilevo a mi Soberano". Confortándole, guardo su largo cabello entre sus ropas tornasoladas. Cegado por las Iágrimas y juntando sus pequeiiaî manos, el infante imperial se volvió en primer lugar al este, para despedirse de la divinidad de Ise, luego hacia el oeste, para recitar el nembutsu. La dama Nii le apretó en sus brazos y con las palabras: "en Ias profundidades del océano está nuestra capital", se hundió por fin con él bajo las olas."
Incluso antes de la destrucción de los Taira, Minamoto no Yorimoto ya habia empezado a establecer instituciones de gobiemo guerrero en Kamakura, al este de Japón. La fundación del gobiemo guerrero de Yorimoto en Kamakura no sólo marcaría el fin del perlodo Heian, sino que produjo un notorio cambio en el equilibrio entre el poder de la corte y el de los clanes guerreros, dando paso a una nueva era. La época del dominio cortesano de Japón tocaba a su fin. Aprendiendo de los cortesanos, pero portadores de sus propias costumbres y con la mirada puesta en los monjes budistas Zen y en los visitantes de China, los guerreros medievales supieron forjar un singular estilo cultural.
Entre los siglos IX y XI, mientras la corte Heian gozaba de un período de relativa calma y esplendor cultural, las provincias iniciaron su lenta progresión hacia el desacato y Ia rebelión. Los Fujiwara, expertos en cuestión de política e intrigas cortesanas, no eran grandes aficionados a los avatares del combate ni a los rigores de las campañas militares. Además, muchos de ellos se mostrahan verdaderamente remisos a abandonar la capital para ocupar puestos administrativos en las provincias y preferian confiar sus responsabilidades públicas y terrenos privados a agentes y subalternos. En cuanto a la cuestión militar, se apoyaron cada vez más en los guerreros de las provincias (bushi).
La privatización de tierras que dio paso a la proliferación de shöen fue tan sólo una parte de la fuerte erosión que empezaban a sufrir los ideales del sistema ritsuryö. En el siglo XI, el deterioro del sistema de designación centralizada de gobernadores provinciales era patente. Avidos por permanecer en el cómodo y culto ambiente capitalino antes que ocupar un remoto cargo provincial, muchos nobles vendian el puesto a un agente. Estos gobernadores comisionados no tenian problema en vivir en la provincia a cambio, naturalmente, de recuperar el dinero invertido y sacar partido de su ventajosa situación local para enriquecerse. La fuente más fácil y rápidamente disponible de beneficio personal residia en el desvio de impuestos o en las compensaciones por la tácita aceptación de nuevos shöen en su ámbito de influencia. Algunos gobernadores provinciales y agentes comisionados descubrieron la cara oculta y provechosa de la vida provincial. Si bien los códigos ritsuryö les obligaban a regresar cuatro años a la capital para dar cuenta de sus actuaciones, pronto encontraron el modo de pedir y obtener prórrogas y establecerse asi en las provincias.
Como es lógico, el tesoro público notaba este enquistamiento de los administradores locales y su evasiva a presentar cuentas claras a la administración central. Y éstos, a fin de hacerse fuertes y ampliar sus intereses, solian buscar aliados en las familias guerreras locales.
La privatización y una vuelta a lo que John W. Hall ha denominado "autoridad familiar" acompañaron el resquebrajamiento del sistema militar centralizado y la ascensión, basada en las amplias lealtades familiares o regionales, de las bandas guerreras. Dada la escasez de tierras públicas, el gobiemo central contaba con cada vez menos recursos para mantener los ejércitos de conscriptos. En el 792, fue abolido el sistema de leva de campesinos, escasamente efectivo en el sometimiento de las tribus Ezo del noreste. Las responsabilidades militares pasaron a manos privadas. Tanto emperadores como nobles, templos budistas y grandes familias provinciales reunieron unidades de milicianos con fines pacificadores o beligerantes, públicos y privados. Con las provincias progresivamente al margen de la ley, proliferaron las bandas de piratas y ladrones y se acrecentó la organización de ejércitos por parte de templos y santuarios, funcionarios publicos locales o administradores de shöen.
La falta de capacidad del sistema militar centralizado para asegurar la paz, sumada a la creciente necesidad de proteger los shöen privados y los intereses publicos locales, catalizó la formación de handas guerreras provinciales (bushidan). Pero no se trataba de un fenómeno del todo nuevo ya que desde siempre habia habido familias armadas en las provincias. A pesar de la reforma del período Nara, Los uji habían mantenido sus bandas de guerreros (pertenecientes al clan la mayoria de ellos) entrenados, y en muchos casos su influencia local dentro del propio sistema ritsuryö habia permanecido prácticamente intacta. Y al desgastarse ese sistema durante el periodo Heian, creció, como es Iógico, su poderio local. Pero la lucha exigía costosos pertrechos -espadas y armaduras, arcos y flechas, caballos. escuderos, cuadras y forraje-, quedando por tanto en manos de la élite rural. Asi pues, estos siglos fueron testigos de una progresiva y verdadcra profesionalización de la destreza militar y de nuevas alianzas por parte de las mencionadas élites.
Entre los lideres de las crecientes bandas de guerreros se encontraban, además de caciques de largo cuño local y familiares de estos, funcionarios asentados en las provincias, administradores de latifundios y, en ocasiones, vástagos de la familia imperial o de familias nobles que habian sido apartados de la corte, rebautizados y colocados en provincias. En torno a aquellos guerreros que poseían -o podian alegar- una ascendencia noble fueron arracimándose muchas de las mayores alianzas guerreras, entre ellas las de los Taira y Minamoto.
El surgimiento de numerosas y endurecidas handas guerreras se notó esprecialnente en la dura región fronteriza al norte de Kanto, donde todavia se sostenian esporádicos combates contra las tribus Ezo. Aqui florecieron ligas guerreras que luego se enfrentaban entre si. Fueron estos guerreros del este, frecuentemente liderados por caciques que alegaban un origen noble, a quienes corresponde el refinamiento de las técnicas de caballcria y la elaboración de la "vía del arco y el caballo", tradición marcial que eventualmente desembocaria, bajo la influencia confucianista del siglo XVII, en el sólido bushidö, o "Via del Guerrero". A diferencia de los nobles (kuge), cuya vida discurría dentro del ceremonioso confinamienro del mundo cortesano, y a diferencia también de los guerreros del tardío período Tokugawa (1600-1868), deliberadamente apartados del campesinado y obligados a vivir en poblados militares, los guerreros (bushi) de lo periodos Heian y Kamakura vivian en el campo. Cuando no Ios ocupaba la gucrra o la vigilancia, se dedicahan a administrar sus propiedades. Sus jefes insistian constantemente en la importancia dc conservar las tradiciones marciales, cultivar la destreza militar, practicar la caza y la cetreria, Ilevar una existencia frugal, ardua y campestre y premiar el valor, la lealtad y el honor familiar.
El lazo vital y personal entre el señor y su acólito se expresaba en los términos comtemporáneos de hökö, o servicio, y goon, favor. A cambio del favor de su señor, consistente en parte del botín de guerra o en la confirmación de propiedades, el acólito debia prestar servicio militar en caso de guerra, ocupar solemnemente su puesto de guardia y aportar apoyo económico en forma de obsequios, contribuciones o impuesros. Sin embargo, antcs del siglo XVII, las exhortaciones a la lealtad eran más ideales que reales En una época de frecuente incstabilidad y beligerancia, los guerreros se dejaban Ilevar por su instinto de grandeza personal o familiar o de simple supervivencia. Los renegados probablemente eran tan comunes como los vasallos desposeidos.
En el período medieval, el vocabulario de expresiones referentes al estilo de vida del guerrero experimenta un notable aumento. Muchos de estos terminos se ulilizan para distinguir las costumbres de los guerreros de las de la corte o bien para establecer un contraste entre las costumbres más duras de los bushi del este y las de sus pares de las provincias occidentales. Expresiones tales como yumiya toru mi no narai, los rnodos de los que usanel arco y la flecha, kyüba no michi, la via del arco y el caballo, mononofu no michi, la vía del soldado, eran de uso común a finales del Heian y durante el período Kamakura para describir Ia profesión de armas del bushi y distinguirla del encerrado estilo de vida de la nobleza cortesana. Bando musha no narai, las costumbres de los guerreros de Kanto, expresaba el profundo sentido de identidad marcial presente en los bushi de las provincias orientales. Este creciente vocabulario y el desarrollo de la imagen del guerrero ideal son ensalzados en las crónicas y relatos de guerra (gunkimono) compilados a lo largo de aquellos siglos. Los tempranos relatos militares como el Mutsuwaki (La histuria de Mutsu) o algunos de los relaros de Konjaku monogatari (Cuentos de tiempos pasados) pintan un vivido cuadro de la valerosa y violenta vida del guerrero: "Heme aquí, dispuesto a dar mi vida a tu servicio, juró Takenori. No la considero más importante que una pluma. Aunque puedo morir luchando contra los rebeldes, jamás daré la espalda a un enemigo para poder vivir" (Una historia de Mutsu). Algunos de estos relalos en sus inicios comenzaron siendo transmitidos oralmente hasta que un cortesano o rapsoda los compilara. Y muchos de ellos eran tan apreciados por los cortesanos como por los propios guerreros.
Mientras las alianzas guerreras provinciales fueron pequeñas y se limiraron a luchar entre si, no representaron una amenara a tener en cuenta por la autoridad central de la corte. No obstantc, a mediados del siglo X, resultaba cada ver más evidente que las crecientes bandas de guerreros capitaneadas por lideres carismáticos contaban con el poder suficiente como para controlar regiones enteras del pais y que únicamente a un gran coste, aliándose, además, con bandas rivales, podia la corte hacerles frente e imponer su autoridad. Entre las grandes alianzas guerreras estaban la llamadas Fujiwara, Taira y Minamoto. Los líderes de la Taira (también conocida por Heike) decian descender del emperador Kammo. Los Minamoto (o Genji) aseguraban que el emperador Seiwa hahia sido su ancestro fundador.
Entre los años 935 y 940, grandes amenazas se cernieron sobre la autoridad del gobierno central tanto en las regipnes orientales como occidentales. Las ramas del clan Taira en la llanura de Kanto eran numerosas en el siglo X. Taira no Masakado, muerto en el 940, un guerrero del este que alegaba ser descendiente directo de emperador Kammu, encabeó en el año 935 una rebelión contra el poder civil, tomando la mayor parte de las ocho provicias de Kanto. La revuelta se habia originado en un conflicto de poder entre distintos clanes Taira, del cual Masakado emcrgió victorioso. Acto seguido, expulsó a Ios gobernadores de distrito de las prorincias Musashi e Hitachi, nombrados por el gobierno central. Para el año 919, autoproclamándose gobernador de Kanto, Masakado se encontraba en franca rebelión con el poder central. Paralelamente, Fujiwara no Sumitomo, muerto en el 941, a quien la corte habia enviado para acabar con la piratería en el mar Interior, también se volvió contra aquclla. La rebelión contra el gobierno se abría en dos frentes. Se despacharon ejércitos comandados por príncipes imperiales y por el cacique de los Minamoto, Tsunemoro, muerto en el 961, que con muchas dificultades acallaron a los rebeldes. La corte parecia haber restablecido su autoridad, pero lo habia conseguido a costa de grandes esfuerzos y dependiendo de los guerreros Minamoto, quienes afianzaban asi su presencia en las regiones del este y el oeste. Algunos Minomoto establecieron estrechas relaciones con los Fujiwara de la corte, convirtiéndose en sus "garras y dientes". Expuesta la debilidad de la corte. El poderío de los clanes provinciales se hizo cada vez más evidente.
En el siglo XI, las poderosas bandas guerreras siguieron acumulando poder a lo largo y ancho del pais. En el noreste, bajo el liderazgo de Minamoto no Yoriyoshi (988-1075)y de su hijo Yoshiie (1039-1106), los Minamoto (Genji) salieron fortalecidos de las Guerras de los Primeros Nueve Años y los Tres Años Posteriores (1051-1062). La corte había encomendado a Yoriyoshi y Yoshiie que acabaran con una revuelta encabezada por la familia Abe en Mutsu, cosa que, tras encarnizados combates, lograron finalmente. En todo este proceso bélico, los guerreros Minamoto ganaron en experiencia militar. Estrechando de esta manera su control sobre Kanto. Propietarios locales deseosos de obtener su protección comenzaron a encomendarles sus latifundios.
El tema de Mutsuwaki son precisamente las proezas de Yoriyoshi y Yoshiie. Esta narración, escrita en el siglo XI por un cortesano, cuenta las virtorias que obtuvieron Minamoto Yoriyoshi y su hijo Yoshiie durantc las guerras de pacificación en las provincias del norte. Las largas campañas guerreras del norte ofrecieron numerosas oportunidades de demostrar el coraje de los guerreros. A traves de sus vistorias, Yoriyoshi afianzó sobremanera su fama de gran caudillo, forjando además por medio del reparto de botines, estrechos lazos de vasallaje con aquellos bushi del este dispuestos a unirsele. Mutsuwaki prefiguraba ya muchas de las facetas del ideal guerrero desarrollado a fondo en posteriores relatos bélicos.
En estos relatos se nos presenta a Yoriyoshi como el aguerrido caudillo y maestro de la via del arco y el cabaIlo:
"En aquel punto, los nobles de la corre se reunieron en consejo con el fin de nombrar a un general que castigase a [Abe] Yoriyoshi, y se decidieron unánimemente por Minamoto-no-ason Yoriyoshi, uno de los hijos de Yorinobu-no-ason, el gohernador de la provincia de Kawachi. Yoriyoshi, hombre sereno y Ileno de recursos, tenía una buena disposición para el mando. Admirados por su coraje e iniciativa como soldado de su padre durante la era Chögen (1028-1037), cuando Yorinobu-no-ason marchó en nombre de la corte al oriente del pais para subyugar al rebelde Taira Tadatsune y sus hijos, muchos guerreros del este se le habian unido. Durante un tiempo, Yoriyoshi habia servido como oficial de tercer rango al servicio de Köichijöin. Era éste un príncipe al que le deleitaba la caza. Cada vez que alguien de su partida daba con un ciervo, un zorro o una liebre en el campo era invariablemente Yoriyoshi quien se Ilevaba la pieza puesto que, a pesar de preferir un arco pequeño, su puntería era tan certera como mortifera ya que todas sus flechas daban en el blanco y hasta las bestias más feroces perecian ante el poder de su arco."
Pero Yoriyoshi era asi mismo la clase de caudillo ideal capaz de ganarse la lealtad de sus seguidores tanto por su preocupación y generosidad hacia ellos como por su imponente destreza con las armas: "Yoriyoshi se ocupaba de que sus hombres estuviesen bien alimentados, controlaba el estado del armamento y visitaba personalmente a los heridos para sanar sus heridas. Sus guerreros estahan visiblemente impresionados. "Nuestros cuerpos saldarán nuestras deudas; nuestras vidas no valdrán nada si nuestro honor está en jeque. Estamos dispuestos a morir ahora mismo por nuestro general".
Minamoto no Yoshiie, que como Yoriyoshi jugará un papel relevante en la consolidación del poderio de Minamoto en las provincias orientales, parece cortado por el mismo molde de heroico guerrero que su padre:
"Sin emhargo, el gran héroe de la batalla fue el hijo mayor de Yoriyoshi, Yoshiie. Arrojaba flechas desde su caballo como un dios; sin amedrentarse ante las refulgentes espadas, se lanzó a través de las lineas de los rebeldes, apareciendo ora a su izquierda, ora a su derecha. Con sus grandes puntas de flecha acabó uno tras otro con los jefes enemigos, sin arrojar los dardos si estos no producirian una herida mortal. Galopando como el viento, peleó con una destreza más que humana. Los bárbaros preferian huir antes que enfrentársele, y le Ilamaban primogénito de Hachiman, el dios de la guerra."
Una de las bandas de guerreros que apoyaron a Yoshiie en la victoria final sobre Abe pertenecia a una rama de la familia Fujiwara. Estos Fujiwara Norteños, como se les Ilamaba, establecieron su castillo en Hiraizumi, manteniéndose como fuerza militar y cultural en el noreste hasta su destrucción, en el siglo XII, por Minamoto no Yoritomo. El salón dorado del templo budista construido por ellos, el Chüsonji, es uno de los ejemplos más espléndidos de arquitectura provincial del tardio Heian.
Más cerca de la capital, en la región de Ise, también una rama de la familia Taira se dedicó durante los siglos XI y XII a consolidar su poder. Liderado por el astuto Tairo no Kiyomori (1118-1181), este linaje fue Ilamado por los emperadores claustrales para que interviniese en asuntos de politica cortesana. Aquí, los Taira entraron en conflicto directo con los Fujiwara y aqueIlos Minamoto que estaban al servicio de estos últimos. Los poderosos clanes guerreros se habian introducido en las disputas politicas de la corte y no parecia fácil deshacerse de ellos. Fue asi que, siempre que les fue posible, los emperadores claustrales y los cortesanos adoptaron la política de neutralizar la influencia de las facciones guerreras enfrentándolas entre si. Mientras ninguna de ellas lograse la hegemonia, la corte podría mantener su superioridad. No obstante, a partir de mediados del siglo XII, primero los Taira y luego los Minamoto logaron la preponderancia suficiente como para brindar a los clanes guerreros la oportunidad de hacerse con el control político
En 1156, una disputa en torno a la sucesión entre un emperador claustral y el emperador reinante obligó a la corte a tomar partido. En ambos bandos había miembros de la familia Fujiwara y también se encontraban involucrados los clanes militares rivales taira y Minamoto.
Mediante la ingeniosa eliminación de todos y cada uno de sus rivales en los disturbios de Hõgen y Heijï, en 1156 y 1159, Kiyomori acabó prácticamente con el liderazgo Minamoto, agenciándose para si y los Taira una posición hegemónica en la corte. Como era de esperar, los emperadores, emperadores claustrales y el clan Fujiwara no fueron eliminados, sino que continuaron ejrciendo una función más quc nada ceremonial en espera de alguna ocasión para desalojar a los Taira. Pero fueron dominados por los Kiyomori y los Taira, quienes se apropiaron de rangos y puestos cortesanos y se asignaron títulos provinciales y latifundios. Del mismo modo que los Fujiwara antes que ellos, aplicaron una politica matrimonial intentando acceder al trono imperial. Soñando con un emperador Taira, Kiyomori casó a su hija con alguien de linaje imperial. El pequeño emperador Antoku parcía el sueño hecho realidad.
Al asentarse en Heian-kyö (Kyoto) y convertirse de hecho en un nuevo grupo de cortesanos, el clan Taira, capitaneado por Kiyomori se alejó de sus bases militares la provincia y también de su tradición marcial. En la corte, los nobles Fujiwara y sus emperadores claustrales, atentos a la aparicion de un poder militar que les hiciese frente, los tenian por arrogantes novatos. Mientras tanto, lo que quedaba de los Minamoto reagrupaba sus fuerzas en las provincias del este en torno al joven Yoritomo, a quien Kiyomori había perdonado la vida y condenado al exilio. En 1180, Yoritomo se sintió capaz de desafiar los Taira. Su primo Minamoto no Yoshinaka y su hermanastro Yoshitsune comandaron las devastadoras campañas militares que obligaron a los Taira a abandonar la capital y sufrir, en 1185, la derrota naval de Dannoura, donde el infante imperial Antoku halló la muerte en aguas del mar Interior. Los jefes Taira fueron asesinados o se suicidaron para evitar su captura; el clan fue diezmado.
La tragedia de la vertiginosa ascensión y desastrosa caida de los Taira es el tema central y unificador del Heike monogatari (Historia de lor Heike). Recitado por cantores ambulantes, estos relatos de heroismo y abatimiento, con sus matices budistas de disolución, vacio y camnbio, adoptaron una forma muy similar a la presente a mediados del siglo XII. Los singulares valores marciales de los bushi, percibidos de manera tan clara por el anónimo compilador cortesano de Mutsuwaki, fueron adornados y ensalzados a través de los relatos bélicos de sucesivos siglos hasta culminar en la espléndida prosa declamatoria del Heike monogatari. Se premia la fuerza, el valor, la osadia, la Iealtad al señor, la magnanimidad en la victoria, la bravura en la derrota, el hambre de honores personales y fàmiliares; la cobardia, la maldad y la traición son castigados. A menudo, el Heika monogatari marca un contraste, exagerado pero por ello menos sorprendente, entre los duros guerreros Minamoto de las provincias del este y sus acortesanados antagonisras Taira del oeste:
"...El comandante en jefe Koremori Ilamo ante su presencia a Sanemori, del clan Saitö. Este procedía de la villa de Nagai y conocia bien el este. Koremori le preguntó: "Sanemori, hay muchos hombres en las ocho provincias orientales que sean tan expertos con el arco como tú?"
"¿Me consideras un experto arquero?", replicóle Sanemori, sonriendo con sarcasmo. "Yo sólo puedo lanzar una flecha a trece palmos de distancia. En las provincias orientales hay incontables guerreros que pueden hacerlo. Hay un arquero famoso que nunca tira la flecha a menos de quince palmos. Tan poderoso es su arco que cuatro o cinco hombres no se bastarian para tensarlo. Cuando él dispara, su flecha puede perforar dos o tres coraraz a la vez. Alli, incluso los guerreros menores tienen al menos quinientos soldados a sus ordenes. Todos ellos son grandes jinetes que nunca caen ni dejan que sus caballos tropiecen por escarpado quce sea el camino. Al luchar, ni siquiera les importa que mueran sus padres o hijos; cabalgan sobre sus cadáveres para continuar la batalla."
"Los guerreros de las provincias occidentales son muy distintos. Si sus padres son muertos, se retiran del combate y celebran ritos budistas en honor a su memoria y sólo reanudan la lucha al finalizar el duelo. Si son asesinados sus hijos, una pena tan grande les invade que ya no vuelven a luchar. Cuando se acaban sus raciones, plantan arroz en los campos y no reanudan el combate hasta haberlo cosechado. Detestan el calor del verano. Protestan ante el frío severo del invierno. No es asi como se comportan los guerreros del este.."
En la época en que fue compilado el Heike monogatari, la demostración más elevada del idealizado heroismo guerrero era el deseo de morir por su señor y eviscerarse con tal de evitar la ignominia de la captura y la desgracia. Al mismo tiempo, este espeluznante ritual queda matizado en algunos pasajes del relato debido a la mención entusiasta de un código de caballeria y la admiración que despiertan, incluso en los guerreros, las artes cortesanas. El guerrero ideal del Heike monogatari no es únicamente un mero maestro en las artes marciales sino también un individuo sensible a las emociones humanas y capar de delicadas composiciones poéticas. Según se cuenta, Minamoto no Yorimasa habría encajado perfectamente en este molde. En 1180, Yorimasa habia acudido al pricipe Mochihito para que le ayudase a rebelarse contra los Taira. Fracasaria Ia rebelión, Yorimasa se quitó la vida con toda la feroz vaIentia quc se espera de un guerrero después de escribir un poema que habria firmado con gusto un cortesano:
Yorimasa Ilamó a Watanabe Chöjitsu Tonau y ordenóle: "Corta mi cabeza". Tonau no se vio capaz de hacerlo mientras su maestro estuviera vivo. Lloró amargamente: "¿Cómo puedo hacerlo mi señor?", protestó. "sólo podré hacerlo cuando os hayáis suicidado". "Comprendo", dijo Yorimasa. Se volvió hacia el oeste, junto sus palmas y cantó "Loado sea el buda Amida" diez veces y en voz alta. Luego compuso este poema:
Como un árbol fósil
Del que ni una flor naciera
Triste fue mi vida
Y más triste aún ya que marcho
Sin dejar fruto alguno detrás de mi
Dichos estos versos, empujó la punta del sable contra su vientrc, inclinó su rostro al suelo mientras la hoja le penetraba, y murió. Ningún hombre ordinario podria haber compuesto un poema en un momento como aquél. Para Yorimasa, sin embargo, la escritura poética habia sido un placer constante desde su juventud. Y asi, incluso cuando estaba a punto de morir, supo no olvidar. Tonau, Iloroso, tomo la caheza de su maestro y la ató a una piedra. Luego, sorteando al enemigo, logró Ilegar al río y la arrojó en la parte más profunda."
Finalmente. en 1185, en la gran batalla naval de Dannoura, la gloria de los Taira se extinguió. Los narradores transforman nuevamente un desastre naval, en este caso, en un conmovedor ejemplo de la naturaleza ilusoria de la gloria y del heroismo capar de surgir de la devoción e incluso en la derrota encontrar su expresión. Cuando loa Minamoto abaten la flota Taira, una dama de la corte decide morir con el infante imperial Antoku, en quien los Taira habian depositado tantas esperanzas:
"Entonces, la darna Nii, ya resuelta a Ilevar a cabo su idea, vistióse con un vestido doble de oscuro luto gris y, alzando sus largas faldas, puso la Sagrada Joya bajo su braro y en su faja la Sagrada Espada. Cogiendo al emperador en brazos, dijo: "Aunque no soy más que una mujer, no caeré en manos del enemigo. Acompañaré a mi Señor soberano. Que me siga aquel que lo desee". Y se desplazó lentamente hacia la borda del navio. El Emperador contaba entonces tan solo con siete años de edad pero parecia rnucho mayor. Era tan adorable que parecia irradiar una brillante aureola y su largo cabello negro Ie caia suelto espalda abajo. Con una expresión de sorpresa y ansiedad en el rostro, preguntóle a la dama Nii: "¿Dónde me llevais?". Ella se volvió hacia el jovencísimo soberano con Iágrimas en las mejillas y le contestó: "Tal vez Vuestra Majestad no sepa que ha renacido para ocupar el trono imperial en este mundo como resultado del mérito en las Diez Virtudes acumulado en anteriores existencias. No ohstante, ahora un malvado karma os reclama. Volveos hacia el este y despedios de la divinidad del Gran Santuario de Ise, y luego hacia el oeste y recitad el nembutsu, para. que el buda Amida y los Santos os den la bienvenida en la Tierra Pura del Oeste. Japón, pequeño como un grano de mijo, es ahora un valle de lágrimas. Existe una tierra pura de felicidad bajo las olas, una capital donde no existe el dolor. Es alli donde Ilevo a mi Soberano". Confortándole, guardo su largo cabello entre sus ropas tornasoladas. Cegado por las Iágrimas y juntando sus pequeiiaî manos, el infante imperial se volvió en primer lugar al este, para despedirse de la divinidad de Ise, luego hacia el oeste, para recitar el nembutsu. La dama Nii le apretó en sus brazos y con las palabras: "en Ias profundidades del océano está nuestra capital", se hundió por fin con él bajo las olas."
Incluso antes de la destrucción de los Taira, Minamoto no Yorimoto ya habia empezado a establecer instituciones de gobiemo guerrero en Kamakura, al este de Japón. La fundación del gobiemo guerrero de Yorimoto en Kamakura no sólo marcaría el fin del perlodo Heian, sino que produjo un notorio cambio en el equilibrio entre el poder de la corte y el de los clanes guerreros, dando paso a una nueva era. La época del dominio cortesano de Japón tocaba a su fin. Aprendiendo de los cortesanos, pero portadores de sus propias costumbres y con la mirada puesta en los monjes budistas Zen y en los visitantes de China, los guerreros medievales supieron forjar un singular estilo cultural.